La timidez siempre está relacionada con el contacto social. Por eso, hay muchas y variadas situaciones en las que el tímido puede sufrir con el contacto humano: encontrarse a solas con alguien en el ascensor, hacer una pregunta en público, efectuar una reclamación en un restaurante, devolver una prenda en la boutique, iniciar una relación de pareja, .... Ahora bien, ciertos niveles de timidez pueden incluso resultar atractivos porque despiertan en los demás sentimientos de ternura, ante la manifiesta debilidad y necesidad de protección que emana del tímido. Por eso, algunos tímidos resultan tan interesantes para ciertas mujeres, que ven en ellos personas a mimar y proteger, y una estupenda ocasión de manifestar su instinto maternal. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones la timidez se convierte en una tortura, un problema patológico que impide al individuo relacionarse con normalidad. ¿Cuándo se puede decir que la timidez adquiere el marchamo de “preocupante”?
Signos preocupantes
¿Cuándo se puede considerar la timidez patológica y requiere, por tanto, que se actúe decididamente sobre ella? La señal de alarma es el sufrimiento: cuando ese temor al contacto con los demás produce angustia, desestabiliza y perjudica a la persona en sus relaciones laborales, de amigos y familiares, hay que intervenir: el bienestar emocional y, en general, la calidad de vida, se resienten demasiado.
Ser tímido, aclarémoslo, no es lo mismo que ser introvertido. La persona introvertida es reservada y vive, predominantemente, hacia dentro de sí misma. Prefiere expresarse con parquedad. Pero puede, perfectamente, no ser tímida. Algunos introvertidos lo son porque eligen disfrutar de su mundo interior y no salir mucho de sí mismos. Incluso pueden ser excelentes comunicadores. Y también hay tímidos que hacen esfuerzos titánicos por superarse y se han convertido en personas que aparentemente se relacionan muy bien.
El tímido es, normalmente, una persona muy emotiva que tiene miedo de actuar mal y por eso evita el contacto con los demás. No se fía mucho de sí mismo ni de los demás. Algunos tímidos que aceptan su timidez como un componente de su personalidad logran sobreponerse, pero en otros casos su carácter les causa un severo sufrimiento. Muchos de ellos no han podido soportar la angustia del aislamiento progresivo al que ellos mismos se han condenado y al que irremediablemente les empuja una sociedad que no se anda con muchas contemplaciones con los aparentemente más débiles. ¿Y cómo reaccionan para sobrevivir? En algunos casos, con conductas compensatorias: agresividad, despotismo, frivolidad, o intentando llamar la atención de los demás mediante el chiste fácil o el falso liderazgo. Son mecanismos de defensa interesantes de conocer, porque funcionan como una máscara que oculta a los tímidos y los hace difíciles de reconocer.
Lo que hacen algunos tímidos
Negación de la realidad: se protegen a sí mismos de la realidad desagradable y adoptan actitudes escapistas como enfermar.
Fantasía: satisfacción de los deseos frustrados mediante realizaciones imaginarias.
Proyección:culpan de sus dificultades a otras personas.
Represión: evitan que los pensamientos peligrosos o dolorosos entren en la conciencia.
Desplazamiento: descargan los sentimientos acumulados sobre personas que perciben como más débiles que ellos.
Aislamiento emocional: retirada hacia la pasividad, para protegerse del daño.
Regresión: se posicionan en un grado de desarrollo personal más elemental, que comprende respuestas menos maduras.
Simpatía: tratan de ganarse el afecto de los demás para fortificar los sentimientos de la propia valía, a pesar de los fracasos.
¿Tímidos con éxito?
Cuando la timidez no es grave puede convertirse incluso en un elemento al que sacar rendimiento. La prudencia característica de los tímidos les ayuda a controlar mejor los impulsos indeseables y les facilita una mejor aceptación social que las personas que no actúan con tanto cálculo. Por otra parte, los tímidos son, con frecuencia, introvertidos y aprovechan esa facilidad para profundizar en la creatividad interior, estimulando la imaginación y la fantasía. Por esa razón, entre los tímidos se encuentran grandes artistas, pensadores y escritores. Fueron y son conocidos por su gran timidez James Dean, Woody Allen, Montesquieu, Rousseau, Stendhal y Proust. Por otro lado, aunque en el ámbito laboral se valora mucho la capacidad de comunicación, también en ese terreno pueden aprovecharse las ventajas de la timidez. Algunos tímidos han encontrado en el trabajo su refugio y muestran tendencia a ser perfeccionistas y abordar con eficacia las tareas que requieren mayor concentración y esmero.
¿El tímido nace o se hace?
Algunos autores de corte organicista barajan la posibilidad de que las manifestaciones psicosomáticas propias de la timidez tienen su origen en el desarrollo de glándulas de secreción interna, como la hipófisis o las suprarrenales. Incluso hablan de la timidez como una característica hereditaria. Por su parte, los psicoanalistas afirman que la timidez no es más que la punta del iceberg de un problema oculto, y mucho más profundo. Debido a la represión de los instintos -principalmente, los sexuales-, a la imposibilidad de ponerlos en práctica, surgirían, según esta tesis, una serie de fantasías en las que el tímido se percibe interiormente deseando realizar ambiciones y deseos que al final no ejecuta. Esta represión se terminaría corporalizando y se convierte en la rica sintomatología psicosomática del tímido (rubor, sudor, temblores, ...) que se ha descrito al comienzo de este artículo.
Para los psicólogos conductistas (otra corriente, además de las dos descritas), la timidez no se hereda, se aprende desde niño por la influencia de modelos parentales o por determinadas actitudes de quienes intervienen en el proceso educativo. Las experiencias infantiles, según estas teorías, devendrían decisivas en la aparición de la timidez: niños que no han sido suficientemente valorados o se han visto ignorados, o se han sentido menos apreciados por sus educadores cuando han conseguido logros, o que han sufrido experiencias de malos tratos o han padecido alguna experiencia de abusos sexuales. Una etapa importante para la aparición de la timidez es la adolescencia, esa época en que el niño-hombre o la niña-mujer experimentan sensaciones desconocidas y no saben manejarlas en sociedad o ante el otro sexo, lo que produce ese bloqueo de inhibición o timidez. Y, como se ha dicho, la comprobación del propio bloqueo desencadena aún más temor al contacto social. En cualquier caso, parece que en la aparición de la timidez influye mucho la historia personal; es más aprendida que congénita.
¿Cómo superar la timidez?
Martha Davis y otros autores en su libro "Técnicas de autocontrol emocional" (Ed. Martínez Roca), apuntan algunos pasos para reforzar la personalidad de las personas tímidas:

LA SOLEDAD: NI TAN MALA COMPAÑERA
El sentido común sugiere que las relaciones humanas son la clave para el bienestar, por lo que la soledad sería, en consecuencia, señal de anormalidad. Pero, la soledad también tiene su lado positivo. Durante siglos, poetas, místicos y religiosos han reportado sus efectos creativos y enriquecedores. Los psicólogos han comenzado a detectar a personas sanas que en parte toman la soledad para usos beneficiosos.
De acuerdo al psicólogo Peter Suedlfeld, PhD, de la Universidad de Columbia, la necesidad de soledad presenta un componente de estado y de rasgo. Todas las personas, en algún momento, sienten la necesidad de darse un tiempo de soledad. Quienes presentan la soledad como un rasgo de personalidad la necesitan y la desean más que otros, en virtud de que este rasgo representa características de conducta relativamente permanentes. El estado de soledad se refiere a características transitorias. Las investigaciones relativas a la soledad como estado sugieren que la mayoría de las personas necesitan estar algún tiempo solas para satisfacer ciertas necesidades psicológicas, incluyendo el rejuvenecimiento. Esto puede ser resultado de los efectos acumulativos de la estimulación social recibida en días o semanas recientes. Las personas con pocas demandas y poca estimulación social requieren menos soledad, y de hecho, la evitan. En su investigación, Suefeld encontró que aquellos que presentan mayores demandas de atención o habilidades sociales, tales como ejecutivos de negocios o madres de niños pequeños, necesitan más tiempo para estar solos. Esto les permite recuperar sus recursos, descansar y relajarse. Repotencia la energía psicológica y el bienestar físico, se reduce la producción de estresantes y mejora el funcionamiento inmunológico y otros cambios fisiológicos.
Lo que uno haga durante el tiempo en soledad, como caminar, meditar, relajarse, al parecer resulta menos relevante para el rejuvenecimiento que el simple hecho de obtener soledad. Los convictos, algunas veces golpean a los guardias o rompen las reglas de manera que los confinen en un lugar solitario, en donde puedan recuperarse del barullo de la vida en prisión.
La cantidad de soledad que las personas necesitan para recuperarse depende de cuánto tiempo les tome estar aptos para enfrentar las demandas de su ambiente. Una hora, cada ciertos días, puede ser suficiente para renovar a algunas personas, pero puede no serlo.
El tiempo en soledad satisface otras necesidades o funciones psicológicas además del rejuvenecimiento, señala Pedersen, de la Universidad de Brigham Young. Su investigación sobre la privacidad sugiere que la contemplación es la necesidad más imperante que resulta satisfecha por la soledad:"Le ofrece a las personas la oportunidad de contemplar quiénes son, qué relaciones mantienen con otras personas y cuáles serán sus metas. Cumple un función de asentamiento y autodefinición".
Otras dos necesidades psicológicas con las cuales se encuentra la soledad, son la autonomía, es decir, el chance de hacer lo que uno desea, de actuar libremente, y ser lo que uno es, así como la confidencia. Esta última, resultó ser una respuesta sorprendente de los sujetos de su investigación, quienes al parecer emplearon el término para describir una relación devota con una deidad.
El estudio de Pedersen no encontró diferencias entre los géneros sexuales en relación a la frecuencia con la cual las personas buscan la soledad. Pero, sí se halló que las mujeres emplean la creatividad y la contemplación en mayor medida que los hombres. Estos últimos, en cambio, presentan una fuerte preferencia por estar solos. Un tipo de aislamiento en donde prefieren traslardarse geográficamente, irse a la montaña o salir por un largo paseo en el carro, en lugar de refugiarse en una oficina o dormitorio.
El componente de rasgo de la soledad, sugiere que algunas personas presentan una preferencia por la soledad que es mucho más grande que una necesidad de estar solos de vez en cuando. El psicólogo Jerry Burger, PhD, especula que sólo un pequeño porcentaje de la población, quizás no más de 10%, muestra este rasgo. Al contrario de los estereotipos sociales, estas personas,"están bien ajustadas". Están auto-actualizadas, presentan buena comunicación, se desempeñan bien en situaciones sociales y disfrutan de sus amistades. Además, les gusta la soledad, de manera que se las ingenian para pasar un tiempo solas de modo frecuente.
En niños y adolescentes
La soledad aparentemente ofrece efectos saludables en otras etapas del desarrollo humano, particularmente en la adolescencia. Los adolescentes reportan tener mayor concentración y menor auto-conciencia durante la soledad, señala el psicólogo Larson, quien sugiere que permite un estado mental más productivo. Luego de estar solos, los adolescentes presentan mejor humor, a diferencia de otros momentos. En una de sus investigaciones encontró que los adolescentes que pasan cantidades intermitentes de tiempo solos, se encuentran mejor ajustados que los demás.
De acuerdo a Larson, los adolescentes dicen que están solos cuando están consigo mismos. Pero, hay que diferenciar entre la soledad de estar solo y la soledad relativa a otras personas. "Sentir soledad en relación a los amigos es pernicioso", señala Larson, pero, salir por su cuenta o estar solo en su cuarto y sentirse solo, es probablemente saludable.
En los niños, la soledad es considerada signo de timidez. Sin embargo, los niños juegan solos por varias razones, de acuerdo al psicólogo Robert Caplan, PhD, de la Universidad de Carleton. Para la mayoría de los pequeños, el juego es el primer paso en la escalera para su posterior juego con otros. "El problema surge con aquellos niños que no suben el próximo escalón".
En estudios con preescolares, Coplan y Kenneth Rubin, de la Universidad de Maryland, observaron tres tipos diferentes de niños con tendencia a jugar solos. El primero, es el niño tímido, quien desea interactuar con otros, pero esto le causa angustia y miedo. El segundo caso se refiere a niños socialmente inmaduros, quizás un tanto agresivos, activos y ruidosos, quienes practican el juego solitario porque quizás nadie desea jugar con ellos. Finalmente, se encuentran los niños que disfrutan jugando solos de forma constructiva, prefiriendo los juguetes, rompecabezas u otros objetos, en lugar de personas. Estos últimos, presentan un mayor rango de atención, sin embargo, no son muy buenos en tareas orientadas a las personas como, por ejemplo, Adivina el personaje. A la edad de 7 u 8 años, los niños que aún juegan solos pudieran estar en riesgo de ser rechazados por sus pares, así como en riesgo de no aprender las destrezas sociales necesarias para obtener relaciones exitosas.
El hecho de que disfrutemos de períodos de soledad, no significa necesariamente que experimentemos rechazo por el mundo externo. La soledad nos permite, no sólo explorarnos a nosotros mismos, sino también nuestra relación con las personas y el mundo que nos rodea, como señala el psicólogo McIntosch: "Es un modo de ponernos a tono con el mundo".
